lunes, 22 de diciembre de 2008

otra crítica...



“Qué quiero ser cuando sea grande” (click en el titulo para leerlo en su pagina original)
Por Silvia Sánchez Urite


Bueno, que mas puedo decir de Aquaman que no hayan ya dicho mis colegas periodistas. A varias semanas de haber visto la ultima función de la temporada 2008 (porque continua en 2009), y después de algunos desperfectos técnicos en mi pc, voy a esbozar algunas ideas sobre la obra de y con Diego Velázquez.
A Velázquez ya lo hemos visto este año en Los sensuales (de Alejandro Tantanian) y Los esmerados (Danza teatro- de Silvina Grinberg). En años anteriores lo habíamos observado como “el Pony” en Cuchillos en gallinas de David Harrower, dirigido también por Tantanian. Es decir que estamos ante un actor hecho de una arcilla moldeable, dúctil, según lo requieran las circunstancias y el texto.
Aquaman es un texto escrito por el mismo Velázquez, tomando como base el libro “La fuerza” de Hernán La Greca. Velázquez también se ocupa de la coreografía (mucho teatro físico, muy bien), la escenografía (simple, despojada) y la dirección general. La dirección de actores esta a cargo de Ciro Zorzoli, compañero de Velázquez en Los sensuales.
Vamos a la obra: Al principio vemos a un ser vestido con unas apretadas calzas de superhéroe que se estrella literalmente contra las paredes en su inútil intento por volar. El, Aquaman es un superhéroe de segunda, cuya única habilidad es comunicarse telepáticamente con los peces y seres del océano profundo. Y esto ¿a quien le sirve? Su gran contrafigura imaginaria va a ser El hombre araña, que le roba fans y adeptos. Y también va a confrontar con las ideas de Batman/Bruno Díaz y Superman/ Clark Kent por gozar de doble personalidad, algo esquizoide, según el.
¿Que es lo que hace este superhéroe caído en desgracia durante mas de una hora en el escenario?
Va a relatar su historia, como fue echado arbitrariamente de la Liga de superhéroes, y se volvió un personaje malo, resentido, marginal, en busca de venganza. También esta en juego hasta la propia sexualidad de Aquaman, si es o no gay, una acusación homofóbica que los demás superhéroes le hacen a diario: “Aunque Batman tiene a Robin” recalcara.
Pero este relato no es lineal, sino que cuenta con elementos multimedia como una pantalla con imágenes del mundo submarino (recordemos a Jacques Cousteau), secuencias donde Aquaman baila como un bufón, o canta como un actor trágico, por ej. la canción de Nick Drake. Hay que destacar que Velázquez nos muestra aquí todo su potencial artístico, en un monologo, a veces interrumpido por un empleado de maestranza que baldea el edificio.
En ese sentido, la no linealidad trata de imitar la estética del comic de superhéroes, que fue líder hasta los setenta, destronada luego por sagas más ambiciosas como Matrix o el Batman oscuro. Por eso, Aquaman es un viaje hacia nuestra niñez, cuando creíamos en los superhéroes y jugábamos a ser ellos (hay una chica- Moro Anghileri- que interpreta a una singular Mujer Maravilla en uno de los videos).
Un espectáculo original, lo que representa un logro, en un teatro independiente que ya repite formulas. Hay que verlo. Un retorno a la infancia primigenia.

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