domingo, 10 de agosto de 2008

El hombre de la Atlántida, de Hernán La Greca.

Es de día y hace mucho calor. El mundo
es un tesoro escondido tras el vidrio
nublado de la antiparra. No hay buzos,
no hay corales, no hay barcos hundidos. Apenas
una flora inapreciable sobre un fondo azul
celeste. La rejilla, una boca sepulta a tres metros
de profundidad. El tronco solo, flotante,
como un árbol caído. La única corriente
es el chorro que sale de costado. Nado.

alguien más anda en el andarivel de al lado.
Una sirena y su bikini tras una muralla china
de plástico naranja. Así es mi amor
-pensé- así sus muslos, así
la boca.

A un costado, uno sobre otro,
los trajes de baño. El sol brilla
sobre la montaña más pequeña.

Tras el objetivo, yo: ella cruzando de lado
a lado el fotograma. Ah, qué felicidad
verla aparecer por el defectuoso
visor de la descartable. todo lo que deseaba
en un rectángulo de cuatro por tres. Entonces
la seguía desde el borde, la miraba pasar
aumentada por el líquido.
Finalmente contenía el aire y
disparaba. El cuerpo fracturado
bajo los pliegues del agua. el corazón
alto como un spinaker.

Ahora el andarivel es una guirnalda
inútil. Nada que desborde, nadie
a quien separar. El sol ha comenzado
se descenso. Voy, vengo. Nado
como antes. No sé si viviré
cuando salga del agua.

1 comentario:

Romina Incarbone dijo...

Leyendo este texto y viendo nadar al monstruo de la foto, es un post cerradito.
Me encantó!
Besos
Ro